Óscar Sánchez
Cuetzalan, Pue.- Frente a una imponente estructura totonaca, un hombre se para sobre una piedra, levanta los brazos y aplaude hacia la nada. En la gran plaza rectangular, con cinco edificios principales, el sonido se reproduce en un eco que invade cada rincón.
La acústica del lugar, el primer asentamiento totonaco con un periodo de apogeo y gran desarrollo alrededor del 600 de nuestra era, hace que el clap, clap clap de las palmas chocando se escuche en todas las pirámides de la zona arqueológica de Yohualichan.
A unos 15 minutos de la cabecera municipal de Cuetzalan, uno de los más bellos Pueblos Mágicos del estad de Puebla, yace Yohualichan “La casa de la noche”, donde los orígenes de una civilización se conservan casi intactos.
Los edificios ordenados alrededor de una gran plaza rectangular, muestran los cimientos de un centro ceremonial de los totonacas, uno de los pueblos mesoamericanos más importantes que vivieron casi en todo el Golfo de México y que aún hoy sobreviven en grandes reductos.
La zona que tuvo un periodo de apogeo y gran desarrollo alrededor del 600 de nuestra era hasta el abandono del sitio para emigrar a lo que hoy se conoce como el Tajín, muestra una corriente arquitectónica en los edificios ceremoniales como son la inclusión de los tradicionales nichos que han sido característicos de la cultura totonaca.
Mientras en Cuetzalan, los habitantes tejen historias en sus tradicionales bordados, los totonacos entretejieron una historia que se remonta a principios del periodo Clásico (200-900 después de Cristo.
Fue la avanzada de los grupos de El Tajín, en el norte de Veracruz, que se encuentra en línea recta aproximadamente a 60 kilómetros. Se trata de un centro ceremonial que se estableció sobre una serie de plataformas naturales.
Los totonacas son un pueblo indígena que habitaba en las regiones costeras y montañosas del este de México a la llegada de los españoles a América y que hoy se encuentran en los estados de Veracruz, Puebla e Hidalgo.
De acuerdo con los especialistas, los edificios se ordenaron alrededor de una gran plaza rectangular, de tal manera que uno de ellos quedó aislado intencionalmente en el lado norte y un juego de pelota de alrededor de 94 metros de largo delimitaba con muros verticales y pequeñas banquetas en los extremos que otorgan la tradicional forma de doble T.
Hoy esos restos, conviven con los descendientes de la esa cultura milenaria, quienes mantienen cultivos como la orquídea de la vainilla y el ritual de los voladores totonacas como un tributo a la Madre Tierra.
Desde aquí se fomenta la una ceremonia sagrada que forma parte del “Ritual de los Voladores”, reconocido en 2009 por la Unesco como “Patrimonios Inmateriales de la Humanidad”.